Existe una palabra que representó el escenario del mundo en 2016 y parte de este año 2017, ésta es incertidumbre.
Incertidumbre porque el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos marcó y marca un tiempo de vacilaciones e inconsistencias de la primera potencia mundial en lo que a asumir su rol de ordenador de los asuntos internacionales se refiere, como garante de un mundo más pacífico y en el cual sean respetadas las normas del derecho internacional. Hace algunos años, muchos analistas observaban que, si bien el accionar de Washington podía significar el establecimiento de un orden hegemónico y cuasi imperial, también se preguntaban qué ocurriría en un mundo sin los Estados Unidos. Lo cierto es que los anuncios del presidente norteamericano volcados hacia un repliegue de esta superpotencia hacia el interior de sus fronteras pueden llevar a un ascenso de los nacionalismos urbi et orbe con todos los riesgos que esto conlleva a partir de las experiencias de un pasado no muy lejano. El abandono de los Acuerdos de París sobre la protección del medio ambiente constituye una señal inquietante para el futuro de la humanidad si tenemos en cuenta que los Estados Unidos son uno de los más importantes generadores del efecto invernadero.