En la actualidad, el narcotráfico se ha posesionado como un tema relevante en la agenda de seguridad chilena, puesto que ya no sólo es un importante lugar de tránsito de drogas a mercados internacionales tales como europeos, africanos y australianos, sino que también se ha convertido en destino para el mercado local, lo que da cuenta de que es un fenómeno en constante transformación y expansión.
El dinamismo de este fenómeno llevó al Estado chileno a un punto de inflexión el año 2010 en donde se reconoce la existencia de lo que se denominó “problemas de seguridad” con lo cual se hacía referencia a las amenazas no convencionales, en el marco de la adscripción de Chile a la Declaración de Seguridad en las Américas del año 2003. El reconocimiento del narcotráfico como problema de seguridad llevó a una revalorización estratégica de la zona norte chilena, denominada también Norte Grande, debido a los 1.335 kilómetros de área fronteriza que comparte con Argentina, Bolivia y Perú y comienza a concebirse las vulnerabilidades esta zona ya no sólo vinculadas a la persistencia de disputas territoriales de origen decimonónico, sino también por la presencia de amenazas no convencionales, de naturaleza no militar y de alcance transnacional, que se ven posibilitados por la permeabilidad de esta frontera y las limitaciones a su control efectivo.