Litto Nebbia está siempre presente en el discurso de Alberto Fernández. Es una referencia ineludible y un punto emocionante y motivador en sus respuestas. Mencionarle al músico rosarino es hablarle de su identidad cultural, de la amistad, la ética y la fraternidad -cuatro conceptos clave en su narrativa-. El ex integrante de Los Gatos no solo es un pionero y un trovador, también es un rebelde y un obstinado compositor que, aún por fuera de los carriles de la industria cultural, siempre se encargó de decir: «Yo no permito». El Jefe de Estado se siente a gusto con esa idea. Y en la combinación de voces que siempre incorpora en su discurso, la perspectiva rockera en clave Nebbia es un enlace de contención y permanencia para sus convicciones.
Asimismo, el marco intertextual de la cultura popular de los 60 y 70 es una constante en la retórica de Fernández. Su camino político transita por distintas musicalidades y reverberancias rockeras: desde el nombre de su perro (Dylan) hasta los encuentros con Patti Smith, el recuerdo de sus encuentros con Spinetta, sus asistencias a conciertos o el abrazo de guitarra en su viaje a Francia, antes de la irrupción pandémica.
En la retórica de Alberto, el Litto de “Sueña y corre” dialoga con el solista que se abrió camino a fuerza de canciones variadas. El Litto del exilio habla con el de la posdictadura y la derrota peronista en los 80. Y el Litto mítico de los orígenes del rock argentino charla con el artista que buscó nuevas sonoridades en los 90. Todo eso junto y más. Porque, en definitiva, en sus expresiones presidenciales, Nebbia resuena acá, allá y en todas partes.