La práctica coral suele estar mediada por la partitura tanto en las instancias de aprendizaje y ensayo de las partes vocales, como en la las instancias de presentación. La partitura ofrece al director y al coreuta no sólo un soporte para apoyar la memoria, sino también permite la posibilidad de visualizar las relaciones musicales y a partir de ellas reflexionar acerca de las características de la propia música. Esto abre nuevas perspectivas desde las cuales resulta posible tomar decisiones interpretativas, además de diseñar estrategias de aprendizaje, proporcionar un metalenguaje para la comunicación y colaborar en el monitoreo del propio desempeño. En tal sentido, la escritura es susceptible de ser entendida como una herramienta sólida no sólo para pensar acerca de la música sino también de la propia performance.