La recuperación democrática de 1983 reconfiguró el espacio que el rock argentino tenía en la cultura oficial del país y resignificó las prácticas y las experiencias de sus seguidores/as. Así, se produjo una auténtica revalorización del baile y se le dio una popularidad inusitada al movimiento, entendiéndolo como un elemento que representaba el espíritu general de las juventudes y buena parte de la sociedad. Las nociones y las puestas en ejercicio del baile, por tanto, acompañaron de un modo significativo los cambios de sensibilidad que tuvieron lugar en la sociedad argentina post-Malvinas e incluyeron momentos de participación y/o demandas populares.
Desde sus posturas artísticas, estéticas y líricas, los/as artistas comprendieron al acontecimiento-baile como testigo de transformación y como una práctica que se reinsertó en el mundo del rock con dos intenciones esenciales: 1) consolidar los procesos democráticos y 2) acompañar los desafíos en pos de la defensa de la libertad, luego de años de terrorismo de Estado (1976-1983).
Tanto la caída de la dictadura cívico militar como el regreso democrático generaron una reconfiguración en los/as oyentes de rock. La amplia difusión de los discursos y las sonoridades del rock argentino revalorizaron las nociones del baile como fundamento para liberar el cuerpo y colocarse en un rol activo en virtud de los espacios de libertad. En este sentido, la actitud persuasiva e impulsiva de la cultura rock forjó un impacto de realidad y conciencia política, y el simbolismo del baile incrementó las virtudes de la democracia política, activa y cultural en relación con la transición a un nuevo estado de derecho.