Hacía unos pocos días que se había declarado el inicio de la cuarentena; al principio creímos que iba a durar poco tiempo... unos días para estar en casa y ver como venía la mano con el coronavirus en otros países. En el barrio de La Casita del Niño Arco Iris, en Villa Elisa, todo el tema sonaba muy lejano: acá nadie viaja a Europa, muchos ni siquiera vieron nunca el mar, ni la nieve. Ese día Lucía, una mamá que lleva sus chicos al apoyo escolar me mandó un mensaje por WhatsApp: “Ana... que te parece si cocinamos enla casita para los que más necesitan. Yo no te digo que no necesito, pero cuando salgo veo que hay más familia o chicos que necesitan la comida. Yo estoy dispuesta a cocinar”, me decía. Era sabido que, si la cuarentena se hacía muy larga, al que trabajaba por el jornal del día se le iba a hacer cuesta arriba poner el plato de comida en la mesa, y en el barrio casi nadie cuenta con ahorros. “Difícil que se pueda guardar alguna platita si ni siquiera alcanza para la garrafa”, me dijo Lorena.