Desde que a inicios de marzo desperté de un salto, al soñar que me caía una parte del ala de un murciélago en la cara, hay noches que escucho una voz interior repasando los descuido que pude haber tenido durante el día, ¿me lavé siempre las manos? Quizás estornude justo al entrar a la cama para dormir y entonces dedico unos segundos a pensar cómo será tener el virus. Algunos recuerdos infantiles llegan y me alivian, me reconforta rememorar las manos de mi madre con un paño húmedo sobre mi frente, susurrándome palabras dulces para ahuyentar la fiebre. Pienso en sus cuidados y me entristece la idea de vivir algo así lejos de ella en un país, que no habla mi lengua materna.