Alrededor del siglo X, las mujeres en China descansaban su destino en sus propios pies. Se decía en ese entonces, que los pies de las mujeres podían moldear su destino dado que la forma de los mismos era en sí una oportunidad para ascender en status social y riqueza. Esta costumbre y sus resultados se conocían como “Lirios dorados” o “Pies de Loto”: el proceso era complejo, largo y doloroso. A través de vendar fuertemente los pies de las niñas, los huesos de los mismos se rompían, encogiendo el pie, idealmente a una longitud menor a 10 centímetros. La idea detrás era simple: cuanto más chico el pie, más hermoso y, por tanto, mejores las posibilidades para el futuro de la joven. Por suerte, el “vendaje de pies” (en inglés Food-Binding -como se lo conoce hoy en día-) fue prohibido en 1912 luego de la Revolución de Hsinhai (Revolución Nacionalista). Ahora, algunos podrán pensar que esta clase de mutilaciones sobre el cuerpo son parte del pasado y que la cultura no es tan creativa como antes. Sin embargo, las personas son demasiado creativas, y la cultura todavía tiene hoy un importante rol en los cuerpos humanos, en particular sobre los cuerpos de las mujeres.
Este artículo no discute aquellos desafíos reconocidos o “famosos” contra las mujeres como la libertad de manejar (#WomentoDrive), de alzar la voz en contra del acoso sexual (#MeToo) o el femicidio (#NiUnaMenos), o de la necesidad de eliminar una de las peores mutilaciones conocidas sobre el cuerpo femenino: la Mutilación Genital Femenina (#EndFGM). El objetivo de este artículo es conversar sobre problemáticas que son pasadas por alto, pero que las mujeres las aceptan bajo la creencia de que estos procesos o acciones “las hacen mejores” o las empoderan en alguna forma dentro de sus sociedades. Contrario a lo que algunos pueden pensar, como dice Alik Shahadah (2017) que “el corte [FGM] es mutilación y barbarie en África; vogue y de moda en Hollywood”, este artículo defiende la posibilidad de las mujeres de decidir si cumplir o no con estas tradiciones, sin sufrir el ostracismo por parte de sus familias y comunidades si eligen no hacerlo.