La historia sudanesa parece repetirse. Como ocurrió en 1989 cuando asumió el poder del país de forma ilegítima, el dictador Omar Hassan Ahmad al-Bashir, quien fue depuesto de su cargo por los militares sudaneses el pasado 11 de abril de 2019. Miles de manifestantes comenzaron a tomar las calles de Jartum (capital del país), de forma pacífica, desde finales de 2018 cuando la economía sudanesa se estancó y se removió el subsidio al precio del pan. Otros factores que impulsaron el derrocamiento de al-Bashir fueron los escándalos de corrupción en su contra. Ante la Justicia, al-Bashir declaró que recibió $90 millones de dólares del gobierno de Arabia Saudita en carácter de sobornos14. Por otro lado, los cargos de crímenes de guerra y lesa humanidad que pesan en su contra desde el 2005 por la crisis en Darfur15.
El derrocamiento y la posterior crisis institucional que inició un nuevo capítulo en la historia del país, no transitaron de manera pacífica. El conflicto, que incluyó protestas y movilizaciones sin violencia, dejó heridos y se ha cobrado vidas de al menos una docena de víctimas inocentes. En respuesta a la salida de al-Bashir, se estableció un consejo de transición militar por un lapso de dos años, con promesas de permitir la sucesión a un gobierno civil elegido legítimamente. Este consejo está liderado por diferentes actores (algunos de ellos más poderosos que otros) de la política sudanesa: por un lado, se encuentra el Ejército bajo el liderazgo del General Abdel Fattah al-Burhan. En conjunto al Ejército, aparecen en escena las Fuerzas de Apoyo Rápido (o RSF en sus siglas en inglés), fuerza paramilitar rural de Darfur bajo la dirección del general Muhammad Hamdan Dagalo, más conocido como Hemedti, y que muchos lo señalan como el más poderoso dentro de este conflicto. En la vereda opuesta se encuentran los partidos políticos más tradicionales y los movimientos rebeldes más antiguos, liderados por las Fuerzas de Declaración de libertad y cambio (FFC en sus siglas en inglés). Sumándose a este frente, se encuentran la Unión de profesionales sudaneses.
Unos días antes que el conflicto estallara, precisamente el 8 de abril de 2019, en las redes sociales se viralizó una imagen fuera de lo común. Una mujer joven, vestida de blanco y sobre el techo de un automóvil, hablando y vitoreando cantos y bailes a una multitud congregada espontáneamente. La “reina nubia” o “kandaka” (en referencia a la región norte del país y donde habitaron las primeras poblaciones a la vera del río Nilo), se convirtió en el símbolo de la revolución sudanesa, en la guía para continuar exigiendo la participación política de las mujeres sudanesas en la reconfiguración de la política del país.