Las novelas La casa y el viento y El viejo soldado de Héctor Tizón forman un contrapunto porque, sin abandonar las preocupaciones que caracterizan a toda la obra tizoniana, introducen y resuelven de manera divergente los problemas de narración de la identidad y de la escritura en un contexto insistentemente abordado por la narrativa argentina de los setenta y los ochenta: el del exilio.