La edición del Martín Fierro realizada por Archivos ilustra una circunstancia ciertamente paradojal: uno de los textos más notorios de la literatura argentina, e inclusive hispanoamericana, fue asediado desde sus orígenes (1872 y 1879 respectivamente) por reediciones plagadas de erratas y omisiones que prácticamente las inutilizaban para una lectura confiable, y no digamos erudita.