El relato de viajes tiene, en la historia de la escritura universal, una larga tradición que nos lleva a la alborada de las letras: desde la peregrinatio clásica y los éxodos colectivos, el hombre viaja en busca de los objetos amados que se llaman Helena, el grial, las tierras prometidas, otro camino a las Indias. Compelido quizás por una arcaica pulsión nómade o, como en los textos analizados por Altuna, por un mandato superior, el hombre viaja y convierte, con frecuencia, esta experiencia en un acto de escritura, en una ilusión que quiere inmovilizar el desplazamiento y retenerlo en palabras.