Varios críticos coinciden en señalar el papel del semanario Caras y Caretas como mediador entre diversas producciones de la cultura alrededor de 1900. Expresiones provenientes de los nuevos grupos sociales, y que no respondían a la definición instituida del buen gusto, se yuxtaponen en las páginas del semanario con fragmentos selectos de la alta cultura. Este artículo aísla dos instancias diferenciadas de un proceso cultural, cuya comparación permite señalar que lo que en cierto momento tuvo elementos de "resistencia" a la formación cultural dominante, fue "integrado" en otro contexto como parte de un proyecto cultural cuyo principio fue la negación de los conflictos y la dilución de las contradicciones. El interés está centrado en el modo en que la revista administra los conflictos entre distintos proyectos culturales, diversas propuestas estéticas y variadas expectativas de obtención de beneficios por parte de los escritores, los lectores y la propia revista.