El libro de Graciela Speranza se inserta en un conjunto de publicaciones de crítica literaria argentina producidas en un espacio académico que a esta altura ya ha legitimado ciertas prácticas renovadoras. Dicho espacio no se mostró ajeno a los circuitos de publicación de los medios gráficos, y puede decirse que Primera persona es una muestra de ello. En efecto, la motivación de muchas conversaciones con escritores presentes en el libro de Graciela Speranza proviene de una idea periodística: partes de ellas fueron publicadas en los suplementos literarios de los periódicos porteños Página/12 y Clarín, y en el de El País de Montevideo entre 1992 y 1993. El género de la entrevista literaria está trabajado de tal modo que pueda constituir un documento más entre, las heterogéneas producciones del campo intelectual de fin de siglo. Su lugar es privilegiado en la medida en que se ubica en el cruce de la voz del crítico-lector, con la del autor despojado provisoriamente de la palabra escrita. En este sentido, las intenciones de la entrevistadora son explícitas: “El diálogo con el escritor supone una cuota de violencia. Supone restituir una voz distinta de la que ha elegido para hablar acerca del mundo, la literatura y, sin duda, acerca de sí mismo”.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)