A fines de marzo de 2002 se reunió en Buenos Aires un grupo de destacados intelectuales con el propósito de discutir una problemática inscripta tanto en el marco de los debates teóricos y críticos más recientes como en el dramático presente argentino. Se trataba de pensar la circulación de los cuerpos y las subjetividades nómades en la modernidad y el presente de la globalización. Inmigración, exilio y diáspora no eran, de hecho, temas novedosos para una experiencia local capaz de reconocerlos en los cien años del comienzo de la inmigración masiva, en los casi treinta del inicio de la dictadura. Lo que en cambio resultaba abrumadoramente contemporáneo era la proyección de su densa realidad en el mismo espacio en que ocurría el simposio, aunque el libro que hoy recoge sus trabajos no discuta de manera abierta —salvo en el epílogo de Saúl Sosnowski— los desplazamientos que estaban sucediendo en Buenos Aires en el momento en que se escribía y leía. Con todo, la referencia al presente no dejaba de articularse tácitamente mientras se hablaba de otra cosa: las representaciones de esa misma ciudad en otro tiempo, las identidades fracturadas en la estricta contemporaneidad de otros espacios, o la posibilidad de plantear un marco epistemológico alternativo para enfrentar el nomadismo.