El volumen que tengo entre manos es, indudablemente, la puerta de acceso a un universo saturado de recuerdos, marcas indelebles, cuerpos dispersos, aunque sucede también, que resuena en su interior el eco de lo ausente, lo escurridizo, lo innombrable. En tal aspecto, la figura infranqueable del “yo” en el cine y la escritura parece ser una de las problemáticas evidentes en el ejercicio de la memoria cuando se trata de hacer el esfuerzo por recuperar las inquietantes voces del pasado reciente. La cita sobre la imagen del pasado de Walter Benjamin que da inicio a este libro es la llave maestra que permite ingresar en una inagotable fuente de recuerdos, con escondites y pasadizos, que resultan ser recovecos inquietantes de una memoria, individual y colectiva, sobre hechos violentos y traumáticos que han sido plasmados de diversas formas –en la literatura, en el arte o en el cine– durante los últimos años.