La Apología, como casi toda fuente del pasado, nos presenta dos claves de lectura. Una de ellas se apoya en el hecho de que entre el pasado y nuestro presente hay una brecha que no puede ser salvada inmediatamente. Como señala Peter Burke, ese mundo del Renacimiento, al que pertenecía Lorenzino de’ Medici, es una especie de “cultura semiextranjera, que no solo es ya remota sino que va haciéndose más extraña año a año” (El Renacimiento europeo, Barcelona: Crítica, 2000, p. 13). De este modo, el historiador tiene la tarea de comprender los testimonios del pasado en su contexto específico y luego explicarlos, es decir, hacerlos comprensibles en nuestros propios términos.