La comunicación viene siendo desde hace tiempo pensada y re-pensada a partir de los cambios inscriptos como otras formas de hacer y utilizar la comunicación. Impulsada por las políticas públicas de empoderamiento de la comunicación que se dieron en nuestro país a partir de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual1 y su previa construcción social organizativa, fue posible la producción y recepción de mensajes necesarios y pertinentes para la construcción de sentidos propios, de identidades que marquen diferencias y establezcan distinciones. Como práctica y ejercicio básico de interlocución y construcción de sentidos para comprender las relaciones sociales, se presenta así la necesidad de pensar una comunicación útil para el reconocimiento político de los seres humanos; esto supone que la diversidad, diferencias, distinciones y el conflicto agonístico en términos de Mouffe (2015) son las condiciones democráticas por excelencia a considerar.