El aspecto onírico de la vida psíquica está presente desde el Primer Manifiesto de André Bretón. A partir de la definición del surrealismo se inscribe el mundo onírico. En efecto, en parte de la definición, Breton (1969) apunta a buscar la expresión real del pensamiento y esto es posible solo sin la intervención reguladora de la razón. En su oposición a toda actividad regulada por la razón, el jefe del surrealismo apela al sueño, a la infancia, a la imaginación, a la locura como fuentes del pensamiento poético.