A veces los que escribimos crítica literaria, mucho más seguido de lo que la gente cree, leemos literatura con el mismo objetivo que tiene la música del grillo: lectura porque sí, lectura vana. Un acto de gratuidad ociosa robada a las horas del deber –ensayo crítico, informe, investigación, reseña, escolio, edición, nota al pie, evaluaciones, clases, dicterios, aparato bibliográfico, acumulación simbólica, memento mori. Simultáneamente realizaba en estos días dos actos gratuitos de esa otra especie, robados a las horas de productividad profesional –y por ello, “gratuitos” en el sentido metafórico y práctico, actos sin paga, sin finalidad instrumental como no sea el ocio o la celebración: leer una novela; escribir sobre el libro de un amigo entrañable, que nos gusta incluso antes de leerlo.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)