Es posible que, guiado por el título y por la fecha de la primera edición de Dos partidos en lucha (1875), un eventual lector sospeche que en esta novela breve se alude a las disputas que un año antes habían enfrentado a mitristas y alsinistas a propósito de la elección del candidato que debía suceder a Sarmiento en la presidencia; un conflicto que derivó en la elección de Nicolás Avellaneda y, a continuación, en el alzamiento de Mitre, reprimido finalmente por tropas leales al gobierno en la batalla de La Verde. Sin embargo, ese conjetural lector enseguida descubrirá que en esta “fantasía científica” no se narra esa lucha sino otra, también instalada en el agitado 1874, pero surgida de la imaginación del “escritor y científico” Eduardo L. Holmberg. Quienes luchan en esta opera prima del autor de “La bolsa de huesos” no son mitristas y alsinistas sino “rabianistas” y “darwinistas”, vale decir, los miembros del partido del “creacionismo” frente a los que defienden las por entonces novedosas y controvertidas teorías evolucionistas. De todos modos, lejos de plantear algún tipo de frontera evidente entre ciencia y política, lo que Dos partidos en lucha coloca en primer plano es que las querellas científicas a menudo participan de los modos espectaculares –y espectacularmente violentos– que suelen adoptar las disputas políticas. Al fin de cuentas, en ambos casos se trata de la lucha por el poder. Así, en esta “memorable contienda” que propone Holmberg proliferan bandos, tropas, meetings, periódicos parciales, masas enardecidas y hasta “cohetes” y “bombas”.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)