No podemos entender a los pueblos indígenas, sus formas de organización y producción, sin tomar en cuenta el régimen colonial y las formas de dominación externa a las que desde entonces han estado sujetos. En América Latina, el capitalismo fue impuesto desde afuera y por arriba, en forma desigual y discriminada, articulando –para su propio beneficio– modos de producción preexistentes, que no permanecieron estáticos pero que tampoco se transformaron en plenamente capitalistas (Bonfil Batalla, 1978). En la década de 1970 la pregunta por las formas en las que se articulaban dichos modos de producción al capitalismo dominante originó estudios como el de Lomnitz (1975), quien analizó las relaciones de reciprocidad en el marco de alternativas a la superación de la pobreza; daba cuenta así de los modos en que sobreviven aquellos que ocupan una posición subordinada en las economías de mercado.