Diez años antes de la publicación de este volumen, Georges Didi-Huberman justificaba el título y la forma misma de una colección de ensayos titulada Phasmes (1998) indicando algo que podría postularse como un programa de amplio alcance para su labor crítica. Allí indicaba que el investigador trabaja en dos tiempos muchas veces difíciles de conciliar: el de una obstinación continuada, que marca la “vía regia” de su trabajo, y el de la fascinación ante el hallazgo fortuito, el aparente desvío que ofrece la aparición de lo impensado. Toda investigación, entonces, queda sujeta a una doble tarea: la que impone la persistencia en la larga duración de una “idea fija” sin perder al mismo tiempo la impaciencia ante los hallazgos fortuitos. Las obsesiones del autor se articulan a lo largo de sus sucesivos trabajos en un montaje de objetos propios de lo que llama un “conocimiento accidental”.