Es una alegría estar presentando este libro, junto a los amigos y colegas de Pablo. Un libro que se hizo esperar, y la espera valió la pena. Estamos ante un libro “grande” en su espectro, escrito con una mezcla de sensibilidad y garra. Desde mi rincón, he visto a Pablo hacerlo, porque hemos hablado cada tanto de cuestiones en común. Nos hemos encontrado en una rara frontera —inesperada para los dos, creo— donde sus anarquistas se cruzaban con los criminólogos o policías que yo estaba siguiendo (o los policías cruzaban sus obras teatrales, o sus novelas, y los anarquistas aparecían en los tratados criminológicos que yo leía en algún momento). Intercambiamos figuritas, impresiones, perplejidades ante estos cruces, como suele pasarnos en la investigación. (Ninguno de los dos estaba seguro de qué hacer con estos hallazgos. La conversación era: ¿estás viendo lo mismo que yo veo? ¿Qué hay algún policía que se pasa al anarquismo, que hay anarquistas interesados en la criminología? Era uno de los tantos cruces, suyos y míos, en este métier (y estos géneros) hecho de cruces, que ambos cultivamos.