Estos últimos años, en muchas de las oportunidades en que me toca presentarme, me refiero a cierta parte de mi historia diciendo «cuando era bióloga…» Es que hoy me resulta difícil autodefinirme, mi recorrido es extraño: me recibí de bióloga en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en 1998. De ahí partí a Suiza con una beca para hacer una pasantía en el Laboratorio de Didáctica y Epistemología de las Ciencias de la Universidad de Ginebra. Sin saber muy bien por qué, regresé habiéndome inscripto en el doctorado de Ciencias de la Educación.
Una vez de vuelta en Argentina me encontré a mi misma, bióloga y con un proyecto en ciencias de la educación por delante, con un director de tesis lejos (en Suiza) y además de todo esto desembarcada en una nueva geografía: La Plata. Con este panorama y con todos mis contactos en Córdoba, debo confesar que me sentía totalmente desorientada. Buscando de donde sacar las pistas para empezar a andar el nuevo camino, cursé en Buenos Aires la Maestría en Ciencias Sociales y Salud (dictada en conjunto por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - FLACSO- y el Centro de Estudios de Estado y Sociedad - CEDES -).
Pasaron algunos años, la tesis de doctorado llegó a buen puerto (no así la de maestría), la defendí en Ginebra en marzo del 2006. Hoy soy una bióloga con un doctorado en ciencias de la educación, con una maestría inconclusa en ciencias sociales y salud, investigadora de CONICET, madre de dos niños (por la energía requerida y el modo en que la maternidad cambió mi vida -para bien- tal vez debería empezar la enumeración por aquí) y compañera de un músico con quien compartimos una cotidianeidad poco rutinaria.