A fin de poder captar la influencia, la importancia y la permeabilidad que la prostitución tiene como institución y práctica social, la teoría de género contribuye a su desmontaje en tanto elemento transhistórico y funcional a la sociedad. La desnaturalización de esa práctica instituida implica, a su vez, denunciarla como una forma de violencia social, que, en principio, se produce contra todas las mujeres prostituidas, pero además, y en general, contra todas las mujeres.