El aislamiento social, preventivo y obligatorio puso en suspenso el convivio. Algo grave si hablamos de escuela y –además- de teatro, componentes fundantes de nuestra práctica. De un momento a otro las clases debieron mudar a la virtualidad, un territorio poco explorado hasta que se desató la pandemia por el COVID 19. Adaptar la tarea a los condicionamientos y posibilidades del nuevo escenario, en medio del desconcierto y la perplejidad que nos generaban esas circunstancias, fue el desafío que tuvimos que asumir como colectivo de trabajo docente. Así fue que, en el marco del Plan Institucional de Continuidad Pedagógica de nuestra escuela, nos propusimos generar propuestas de actividad que, refiriendo a nuestro campo de exploración y conocimiento, resultaran simples en su formulación y presentación sin por eso perder profundidad o quedar reducidas al mero entretenimiento. Comenzamos a pensar de qué manera y con qué herramientas podíamos diseñar propuestas de actividad sin que los cuerpos estuvieran presentes, en un aquí y ahora, compartiendo un espacio y un tiempo en común. ¿Cómo propiciar un acercamiento al teatro en los límites que nos imponían la asincronía y la virtualidad? ¿Qué nuevos significados adquirían los contenidos curriculares en estas cir-cunstancias? ¿Qué estrategias podrían formalizar la enseñanza en el nuevo contexto? ¿Cómo poner el cuerpo en acción y en situación teatral sin el cobijo de lo grupal como modo parti-cular de habitar y enriquecer la actividad en la clase de TEATRO? Esas fueron algunas de las preguntas que dinamizaron nuestros primeros encuentros.