Abril de 2020, particularísimo comienzo de año lectivo en la Escuela de Teatro de La Plata. Un marco nuevo: Continuidad Pedagógica en el contexto del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Es claro que no debemos salir de nuestras casas, que tenemos que cuidar la salud de todes y además ofrecer a les estudiantes todas las herramientas que estén al alcance para seguir con su formación garantizando su derecho a estudiar en la escuela pública y gratuita. Insoslayables clases virtuales. Estoy en una encrucijada: no tengo buena relación con las nuevas tecnologías. De manera urgente tengo que ponerme a estudiar. Recibo y pido ayuda a mis compañeras de la ETLP e hija. Me pregunto: ¿Cómo voy a convertir mi ajado cuaderno de clases “base” repleto de tachaduras, correcciones, revisiones, “mejoras” y variaciones: palimpsesto que dialoga con sí mismo (es extraño escribir sobre él como si no fuera parte de mí), acumulación de trece años de posibles clases escritas repensadas, de tintas variadas, de trazos metamorfoseados, de imprentas y cursivas que crecen a medida que los años pasan por causa del paulatino aumento de mi presbicia. Mientras escribo esto me gusta fantasear una bella escena para contarles: desearía pensar que fue gracias a mi reencuentro con ese cuaderno y leyéndolo/me, viéndome entintada sobre sus renglones y asistiendo a ese diálogo de años con él (y conmigo) que se me ocurrió sugerir a les estudiantes que comenzáramos a escribirnos CARTAS. Pero no pasó así.