El contundente triunfo de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil, que lo deja muy próximo a la presidencia del principal país de América Latina, generó una conmoción regional y mundial debido a sus discursos racistas, misóginos, homofóbicos, ultra "punitivistas" y de reivindicación de la dictadura militar y de la tortura. Que el gesto proselitista de sus simpatizantes sea gesticular un arma con la mano simboliza en buena medida el mensaje que une al candidato con sus electores. En este sentido, el combate a la inseguridad y a la corrupción fueron los ejes centrales de su campaña, recogiendo demandas especialmente abrigadas por buena parte de los sectores que difusamente se denominan capas medias.
El resultado forma parte de una crisis que se inicia hacia el año 2013 en relación a un conjunto de escándalos de corrupción, a la agudización de las tensiones entre grupos sociales y sectores políticos de la propia alianza nacional popular neodesarrollista encabezada por el PT y, especialmente, a los antagonismos que genera el programa de gobierno del PT con la mayor parte de grupos económicos dominantes y del llamado "establishment", en un contexto de ralentización del crecimiento económico y crecientes presiones geopolíticas.