Frente a la dimensión de la catástrofe dejada por el terrorismo de Estado, suele haber varios tiempos de reconstrucción del sentido ante el vacío que deja instalada la desaparición. Uno de ellos es íntimo y hace a la elaboración de los duelos familiares ante la pérdida. Otro –quizás– sea más público, y deviene de los procesos judiciales que, lamentablemente en nuestro país estuvieron atravesado por décadas de impunidad y negación. Pero es gracias a las víctimas, las Madres, hermanos, Abuelas, Hijos, hijos e hijas, que a través de su lucha y ejemplo, se logró instalar en todos esos años, una agenda y una política de Estado sobre la memoria, la verdad y la justicia.
En esa forma continua de elaboración de la historia, también se instalan modos de reconstrucción del sentido. Es allí que aparece una tercera dimensión. La reconstrucción del archivo personal del detenido desaparecido, y la posibilidad de exponer en sociedad –como en una película de su presencia– quién era, qué hacía, qué pensaba antes de ser secuestrado.
En el caso de Daniel Omar Favero, estas fases de reconstrucción parecen sucesivas, pero también se cruzan o alternan. Porque mientras sus familiares y amigos dan la batalla judicial para que se investigue y condene a los culpables de su secuestro y desaparición, conforman –al mismo tiempo– un espacio de la memoria y la cultura que lleva su nombre (el Centro Cultural Daniel Omar Favero). Pero también publican parte de sus poemas en libros que, si bien aparecieron con bastante diferencia de tiempo entre sí (1992/2007), instalaron su voz de escritor y poeta desaparecido, a través de un sello de poesía bastante conocido en el ámbito de las letras, como lo fue Libros de Tierra Firme, del poeta José Luis Mangieri.
(del prólogo de Julián Axat)