No es posible referirse a la literatura puertorriqueña producida en los Estados Unidos sin atender asimismo al significativo movimiento migratorio de cientos de miles de puertorriqueños hacia USA, particularmente a partir del establecimiento del Estado Libre Asociado (ELA) en 1952.1 Dicho con palabras de Arcadio Díaz Quiñones, la fundación del ELA “consolidaba las dos banderas, las dos lenguas, la doble ciudadanía, y condenaba a sus críticos radicales.” (1993: 164); el nuevo estatuto político mantenía vigente la elusiva situación colonial de Puerto Rico y de sus habitantes como “ciudadanos de segunda categoría”, más aún en calidad de emi-grados.