“Desencuentros”, “paradojas”, “migratorias” son vocablos que habitan los títulos de varios textos de Julio Ramos y acechan cualquier voluntad estrecha de acorralar sentidos. Distante de aquella imagen del hermeneuta atrapado por “la obsesión del buscador de tesoros a caza de fundamentos” en la protesta de Theodor Adorno, el impulso crítico de Julio Ramos persigue la inestabilidad de los significados, la instancia de la discordia y los encontronazos entre sentidos que pugnan entre sí y -con especial ahínco- los reversos ocultos en las políticas de las letras. Además, estos términos dibujan un recorrido temporal en su práctica crítica, que va del estudio de la matriz integradora y fundacional de Martí de sus primeros trabajos hacia los efectos de las diásporas y migraciones en Tato Laviera, en sus últimos. Lo que significa también un traslado espacial, un acercamiento desde América Latina hacia Puerto Rico y sus enclaves en Estados Unidos, que -aunque siempre estuvo presente- ahora compromete de un modo más radical y personal el trabajo de este crítico puertorriqueño radicado en la Universidad californiana de Berkeley. En esta línea, sus escritos dialogan con la producción de la nueva ensayística puertorriqueña de las últimas décadas, empeñada en desmontar el nacionalismo como dispositivo que reglamenta y normatiza la producción cultural, algunas de cuyas destacadas voces recoge el dossier organizado por Ana María Amar Sánchez en este mismo número.