“Todo mare era, sabe usted. Y la gente hoy dice Maravilla. Ma no era maravilla cuando yo estaba tenía que meterme en el barro ahí”. La frase pertenece a Iván Vinko Milin, un migrante croata que trabajó como obrero en la construcción del muelle de Ingeniero White a fines de 1920. La frase, junto a muchas otras, además de múltiples objetos e imágenes, se encuentra en el Museo del Puerto donde Sergio Raimondi trabaja desde hace dieciséis años. Y repone, como se ve, la perspectiva material de una mirada que desdice el relato de una contradicción que se supone insalvable: expone los modos de esa construcción y, al hacerlo, niega el carácter concluso del tiempo pasado. Una perspectiva desde la cual –y con la cual– Raimondi viene ejercitando una reflexión histórica sobre la lengua que lo ubica en un lugar único en el panorama de la poesía argentina reciente.