En las últimas dos décadas del siglo XX se extendió en los medios académicos y en las agendas intelectuales de las sociedades occidentales y orientales el concepto de globalización, y durante ellas, los discursos relacionados con este concepto parecían explicar a la geografía contemporánea.
A partir de la puesta en marcha de los discursos sobre la globalización se generaron interesantes propuestas que dieron relieve a las ciencias sociales más allá del reducido ámbito de investigadores y profesores universitarios.
Desde ya que las interpretaciones de esta globalización tuvieron innumerables matices instrumentales, prescriptivos e ideológicos y por cierto, entre los geógrafos ayudaron a re-significar la dinámica de una disciplina anclada en descripciones fácticas, hechos locales desconectados de los nuevos adelantos tecnológicos y comunicacionales globales y en concepciones territoriales relativamente estancas, no comprendidas como móviles y concebidas únicamente como fijas e inertes. Los conceptos de territorializaciones y desterritorializaciones comenzaron a inundar la bibliografía geográfica y re-posicionaron dinámicamente nuevas líneas de investigación.
Si realizamos otro tipo de análisis, este cambio en el panorama del conocimiento significó “una crisis del sistema de representaciones discursivasgeográficas”.
Una de las tantas y complejas aristas para entender esta crisis en el sistema de representaciones podría partir de una pregunta: “¿Hasta qué punto los discursos geográficos y sus sistemas de representación adherían o adhieren al denominado relativismo cultural?”.