La conjetura más potente que podemos extraer de los múltiples indigenismos del continente quizás resida en el hecho de negarle al indio, parcial o totalmente, su derecho al presente, a la actualidad. Por mucho tiempo (siglos en verdad) el indio vivió confiscado de su presente y recluido, en consecuencia, en el pasado ancestral de sus estirpes y culturas, como si su condición existencial no se aviniera completamente con el tiempo presente de la modernidad o mejor con un presente que era todo él fruto de los tiempos que Occidente aovillaba en el gran Ovillo para desovillar, después, de él, las futuras hebras de las simultaneidades de la desigualdad.