El avance de la tecnología trajo aparejada, al menos, dos promesas: la de la plena democratización de la información y la de la libertad de elección individual. Había allí el despliegue de una ilusión de sujeto que, liberado de los relatos configuradores de un orden específico que le asignaba un rol determinado, tomaba las riendas de su condición y se disponía, a partir del acceso ilimitado al mundo, a conocer todo y a elegir entre todas las opciones posibles de la felicidad. Hoy, a más de 20 años del desarrollo de la web 2.0, cada vez más nos encontramos con miradas apocalípticas de lo que finalmente la tecnología ha hecho con nosotros y cómo ha desplegado nuevos mecanismos de captura de la subjetividad, transformándonos en nuevos esclavos del siglo XXI.