Desde 1992, año en el que El Cartel de Medellín fuera desarticulado con la muerte de Pablo Gustavo Escobar Gaviria, comenzó en toda Suramérica una profunda movilización legislativa en torno al Narcotráfico. En sí, el conjunto de las naciones no hacían otra cosa que prepararse para la nueva filial que la industria del Narcotráfico buscaría, una vez proscripta Colombia para ello por parte de su propio gobierno y los Estados Unidos de Norteamérica. Existió desde un principio, interés por los Estados Unidos de Norteamérica en controlar la producción de cocaína dentro de Colombia, ya que resultaba extremadamente dificultoso fiscalizar su ingreso vía aérea a través de los cayos de La Florida. Tampoco agradaba el accesible costo y máxima pureza del compuesto colombiano, susceptible de ser indefinidamente “cortado“ y replicado en el mercado local. Tal es así que su preferencia fue, dedicarse a combatir por tierra la que de menor calidad, ingresaba a través de la frontera de Nuevo México.