El libro reviste particular interés no solo por el acopio de información documental, sino también y sobre todo porque hace visibles los contextos de las políticas particulares y las relaciones entre la monarquía y la iglesia que intervienen de diferentes maneras con sus proyectos de reforma en el interior de los monasterios y en el modelo de espiritualidad y de religiosidad a imponer, y porque interfieren en la construcción de una santidad cuya legitimación se ve coartada y, a veces, abortada. Por una parte, las beatas y monjas se ven atraídas y se sienten expresadas por un imaginario místico y emocional que la disciplina conventual frena y contiene, y que cuando se trata de mujeres con vuelo intelectual y capacidad literaria -que generalmente se les reconoce solo de manera limitada-, se vuelcan a la concreción de proyectos fundacionales o encaran reformas conflictivas. Por la otra, el contexto político, social y familiar de cada una de las protagonistas que nutre de sospechas y de violencias alimentadas por la idea de las acechanzas heréticas o diabólicas, que debieron atizar no poco sus inseguridades, temores y su implacable introspección a pesar de las cuales se esforzaron por hallar una vía para su realización espiritual y la actividad fundacional.