El creciente deterioro del ambiente como resultado de una política extractivista globalizada ha conducido no sólo a una crisis ambiental sin precedentes, sino también a una crisis de la racionalidad y de las epistemologías hegemónicas impuestas por la herencia cartesiana que interpela el modo de conocer, explicar y gestionar nuestro entorno. Ante este fenómeno se impone la necesidad de transitar nuevas lógicas que permitan construir miradas novedosas, que sin renunciar a los saberes disciplinares, posibiliten la integración de nuevas lecturas y marcos teóricos de referencia. La universidad, en este contexto, podría jugar un rol protagónico en la formación de las futuras generaciones, en tanto fomente la inserción de los saberes ambientales en la currícula, rescatando sus tradiciones históricas y articulando la formación académica con los saberes populares. En este sentido, la extensión, constituye un sustrato que permite facilitar una práctica situada capaz de fomentar la integración de funciones académicas, metodologías y saberes eclécticos, como camino hacia un entorno socialmente sustentable.