Una invitación a participar de un espacio que se interroga sobre: “¿Por qué y a quién importa pensar a las ciencias de la vida desde o junto a la filosofía, la historia y la teoría social? A su vez, ¿interesa a estas disciplinas tener como referentes a las ciencias de la vida?”, opera sobre nosotros de tres formas.
La primera (que por irrelevante para los demás y fundamental para nosotros queremos pasar rápido de ella) es la sincronicidad (que no es la sincronía): estamos trabajando en una línea similar, y la base del texto que sometemos a discusión crítica ya existía al recibir el convite. La segunda, que está expresada en las preguntas, es la noción de interdisciplina, la vocación, que es más que la voluntad, de perforar los muros que las aíslan, generando tribus mutuamente indiferentes, cuando no hostiles, entre sí.
La tercera es que empezamos a sospechar (y por lo tanto, a creer) que las disciplinas ya han dado todo de sí, y que llega el momento que, como buena semilla, dejen de ser para empezar a ser algo diferente.