En primer lugar, aproximo a una definición de “lofograma”: conjunto de dibujos papilares que están formados por la alternancia de crestas y surcos en la epidermis de los dedos de la cara palmar de las manos y de la planta de los pies. La suma de la cresta y el surco conforman al lofograma, figura aquí pensada como concepto para presentar la poesía seleccionada de Arturo Carrera: trazos dactilares sobre el relieve poético.
La idea de proponer a un trabajo un título que jamás se nombra en el mismo, pero sí se palpa (contacto “háptico” con el texto tal como Deleuze propone con la pintura de Francis Bacon) tiene que ver también creo con el recorrer interminable de los posibles dibujos de la literatura, aquí principalmente de la poesía, y por qué no además de toda producción artística. La seguidilla semántica de trazo-surco-huella-pliegue-relieve-superficie-finalmente espacio, habita en los procesos creativos en los que el lenguaje poético forma parte e intenta hacerlo consecuentemente en este trabajo, cuyo núcleo principal es el poeta argentino Arturo Carrera, leído desde una selección de poemas/escritos pertenecientes a El Vespertillo de las parcas (1997), La inocencia perdida (2005) y Ensayos murmurados (2009).
¿Cómo elegir y desintegrar así todos los textos del mundo y volver nuestras palabras también lijas arenosas que ajan los manteles, sábanas, manos, voces y liencillos hilvanados secados al viento erosivo de la palabra? ¿Cómo se inscribe esta misma en el recorrido multiforme de lo poético? ¿Por qué entender a la poesía como regazo en el cual todo se dispone a a ser el instante mismo en el que la multiplicidad del sentido implosiona la superficie de la palabra? ¿Cómo se habita en la POESÍA?