Desde tiempos inmemoriales se ha asignado a los medios mecánicos, sean ya rudimentarios o sofisticados, la capacidad de modificar, para bien o para mal, hábitos y costumbres de los seres humanos. En el caso particular de los conflictos armados, ello ha sido más que evidente desde la Ilustración hasta nuestros días, con datos que con el tiempo han sido desmentidos por la realidad. “El hombre decide en todo”, sentenciaba el líder chino Mao Tse-tung, a lo que podríamos agregar aquello de “las máquinas no hacen la historia, ayudan a que los hombres la hagan” de Raymond Aron.