Durante las reformas de mercado impulsadas por el primer gobierno de Carlos Menem (1989-1995), se comenzó a hablar en Argentina de la emergencia de un sindicalismo empresarial para referirse a las organizaciones gremiales que invertían en los negocios abiertos, entre otros, por la desregulación de las obras sociales, la creación de fondos de pensión, las aseguradoras de accidentes de trabajo y las privatizaciones. Sin embargo, el fenómeno no despertó un gran interés entre los investigadores. Por un lado, la literatura sobre movimiento obrero tendió a abordar esta estrategia sindical como una modalidad del business unionism norteamericano (Palomino 2005; Pozzi & Schneider 1994). Por otro lado, quienes sí intentaron explicar el origen del fenómeno, lo hicieron desde enfoques provenientes de las ciencias políticas y lo redujeron a un producto derivado de las negociaciones y concesiones que permitieron al gobierno evitar el enfrentamiento con las centrales obreras durante las reformas (Etchemendy 2001; Murillo 1997, 2001). Y por último, se tendió a considerar a las obras sociales sindicales como un antecedente histórico del sindicalismo empresarial, estableciendo así tácitamente una línea de continuidad entre ambos.
Son dos las hipótesis sobre la que descansa esta ponencia. Primero, y en oposición al primer enfoque, que el rol asumido por el sindicato como agente económico, y la concomitante y masiva transformación de recursos sindicales en capital productivo, comercial y financiero expresa una diferencia cualitativa respecto a las modalidades del business unionism, las que se orientaron históricamente a obtener derechos sobre el usufructo de rentas pero rara vez asumieron directamente la personificación de capital como eje de sus estrategias de acumulación de recursos institucionales. Segundo, que la perspectiva política y sincrónica de la explicación ofrecida por el segundo enfoque pierde de vista la evolución histórica de la anatomía económica de los sindicatos y reduce la reproducción material de los mismos a mecanismos puramente políticos, ideológicos o institucionales. Ambos enfoques expresan un rasgo bastante extendido en los estudios sobre las organizaciones gremiales: un escaso interés por la economía política del sindicalismo. Ello explica, en parte, que casi no se haya avanzado en el conocimiento de los mecanismos específicos, por los que una institución social originada históricamente en la asociación solidaria de los trabajadores para la autodefensa y la satisfacción de necesidades de clase, haya terminado personificando y acumulando capital a partir de la explotación de esas mismas necesidades a las que contribuye a extender y dar forma. Explica también que puedan ser asimiladas sin más especificaciones, las actividades empresariales en las que comienzan a embarcarse algunos sindicatos a mediados de los noventa con el control y la administración sindical de las obras sociales.