Cuando se dan contextos de pluralismo las diferencias como modo de identidad de los individuos pueden resaltarse u oscurecerse en la arena pública. No es extraño que en una sociedad plural el carácter distintivo de las diferencias se acentúe poniéndose el foco en ciertos marcadores sociales como son, género y orientación sexual, raza, clase, ascendencia étnica, nacionalidad, religión, entre otros. Estos marcadores se presentan dentro de la democracia no sólo creando identidades grupales sino también definiendo en muchos sentidos, intereses, demandas, exigencias y modos políticos de actuar políticamente dentro de esa esfera. Una teoría de la democracia no puede desconocer cómo el Estado y los ciudadanos reconocen las diferencias y las articulan entre sí, hacia una dinámica de consensos-disensos o hacia una de dominación-subordinación. Pensar los desafíos del pluralismo y también del multiculturalismo es pensar uno de los desafíos a los que se enfrentan las democracias contemporáneas y las formas que pueden adquirir las mismas. En este trabajo nos ceñiremos a la cuestión de cuál es el basamento justificatorio de un Estado democrático y plural en relación a los espacios dialógicos que se establecen considerándose las diferencias. Para ello, recabaremos en un análisis crítico de los conceptos de igualdad y ciudadanía.