Un tema extendido actualmente es la necesidad de la interdisciplina. Pero la dificultad principal para conectar las ciencias naturales, en nuestro caso la etología, con las ciencias humanas y viceversa, parece estar dada a partir de una tesis que divide tajantemente los campos y nuestras representaciones de la “naturaleza humana”.
Esta se ha denominado desde la filosofía como “tesis de la excepción humana” (Schaeffer, 2009) e implica que el hombre constituye una excepción entre los seres que habitan el planeta a partir de la subjetividad. La etología también puede realizar un aporte al análisis y deconstrucción de esta tesis que conlleva un reduccionismo cultural, sin caer a la vez en el reduccionismo biologicista que las ciencias humanas temen por los efectos perniciosos que ha tenido en el pasado . El reduccionismo biologicista partía del supuesto de que ciertos rasgos (color de piel, sexo, circunferencia del cráneo, etc.) determinaban los comportamientos, capacidades, roles y/o jerarquía de los individuos en la sociedad. Justamente fue tarea, en gran parte, de las ciencias humanas desarticular estos supuestos y demostrar que funcionaban legitimando ideológicamente (a partir de un “esencialismo biológico”) un orden social excluyente, asi como diferentes grados de violencia material y/o simbólica . (Gould, 1984; De Beauvoir, 1949) Este aporte puede realizarse a partir de elementos aportados por la teoría de la evolución; los estudios de comportamiento y cognición, junto con diversas teorías contemporáneas; y mediante las cuatro preguntas de Tinbergen aplicadas fuera del campo. Como resultado, se supera una primer barrera para permitir un diálogo fructífero entre ciencias humanas y naturales, y se construye una visión del ser humano mucho más interesante para ambas.