A partir del 19 y 20 de diciembre de 2001, diversos sectores sociales comenzaron a participar en tipos de movilización y formas de protesta que no respondían a lasmodalidades habituales. Estas jornadas, que representan un punto de inflexión en el proceso de politización de la sociedad, forman parte de un ciclo de protesta más amplio (Tarrow, 1997) que da lugar a la intervención de los actores sociales en los escenarios de conflicto. Si los piquetes en sus comienzos sorprendieron por las formas de contestación y modos de organización que instituyeron —diferentes de aquellos que históricamente habían caracterizado a los obreros argentinos—, los cacerolazos y posteriormente las asambleas barriales también parecen exceder las categorías sociológicas con que habitualmente se clasifican las protestas. Otra forma novedosa de acción colectiva, que integra el repertorio de respuestas sociales a la crisis ha sido la recuperación de fábricas por los trabajadores. Si bien, los primeros casos registrados de este fenómeno se remontan a la primera mitad de la década de los ́90, su visibilidad pública es reciente y se vincula fuertemente con el período abierto a partir de la crisis institucional de diciembre de 2001 (Palomino, 2003). En el marco de la crisis económica surge el fenómeno de las fábricas recuperadas, en las cuales los obreros, ante la desesperación de quedarse sin fuente de trabajo, deciden apropiarlas y gestionar ellos mismos la producción. “Fábrica cerrada, fábrica tomada” es una consigna en la que se escudaron muchos trabajadores, al resistirse a quedar a la deriva. El movimiento general se fue desarrollando a lo largo de todo el país, en varias ramas de la producción, y ya lleva más de 120 empresas recuperadas por sus trabajadores.