Hacia el año 1700 Río de la Plata atraviesa una buena época. Buenos Aires cuenta con unos 7.000 habitantes, su economía es próspera y ha salido de la apacible marginalidad en la que vivió durante su primer siglo de vida. No sólo articula mercados distantes sino que además produce bienes exportables tanto en dirección del Atlántico como de los mercados de tierra adentro, y no hay que olvidar que puede también proveer todo lo necesario para que la circulación ultramarina exista. La instalación de los portugueses en la Banda Oriental desde 1683 ha terminado de configurar un complejo portuario que la geografía imponía desde que comenzó a ser visitado el río y que las necesidades operativas del contrabando tomó imprescindible. La muerte de Carlos II, su testamento, la actitud de los porteños frente a él y las condiciones económicas de la alianza francesa sólo auguraban buenos negocios. La naciente Guerra de Sucesión tuvo varios ecos a nivel local, todos de extrema importancia para la región. No llegan navios de comercio por dentro del circuito legal español entre 1699 y 1712. El Cabildo de Buenos Aires decide proclamar a Philippe d’Anjou como Felipe V a mediados de 1701. El puerto de Buenos Aires se abre oficial y efectivamente en 1703 al comercio francés a través de la Compagnie de Guinée et de l'Assiento y, tras ella, llegan los navios del comercio directo mediante el lubricado mecanismo de las arribadas forzosas maliciosas. El clima bélico y la poco fiable alianza portuguesa con los Borbones harán que se comience en 1704 a preparar la conquista de Colonia del Sacramento, cosa que se concreta en 1705: el seguimiento de la llegada de informaciones y órdenes a Buenos Aires y el grado de preparación de la expedición, muestran que los porteños se anticipan a la orden de expulsión, que vienen reclamando desde 1699. En Buenos Aires se desata, entre 1712 y 1717, una crisis política de envergadura, en donde se mezclan las veleidades autonomistas de los vecinos, varios candidatos a la gobernación y un Juez Visitador.