Mi altar personal es una experiencia con el orden espacial y temporal de lo sagrado. Su creación establece el punto central de mi mundo, a partir del cual todo lo demás se organiza. Al acudir a mi propio altar me reinicio. Encuentro en ese espacio la calma y el orden que preciso para continuar. Como sucede en numerosos rituales de iniciación, se recargan las fuerzas que existían en el comienzo. Se vuelve al tiempo primordial y la rueda comienza a girar otra vez.
Otra forma de volver a los inicios es buscar la esencia de las cosas, la cualidad más representativa. Así veo mi elección por la geometría. En la observación de la naturaleza siempre me interesó su orden, sus constantes, su plan de crecimiento siguiendo patrones que se repiten y se relacionan por ejemplo con el número áureo. En este sentido, he realizado un camino de simplificación de las formas. Lo que antes hacía con mis producciones se fue limpiando de información no esencial. Me gustan las imágenes pulcras, simples y amplias. Me inspiran equilibrio, armonía, calma. Y es eso lo que busco cuando acudo a mi altar