Apunta Livacich, el cuidadoso bibliotecario de Mitre, que éste en sus años de madurez se había negado reiteradamente a la reimpresión de su novelita Soledad, compuesta y publicada por 1847 durante su exilio en el Altiplano, aduciendo que carecía de toda importancia. Quizás estuviese acertado si hubiera de ser juzgada en cuanto obra de libre imaginación o de mera ficción, tal como se la ha solido calificar, mas hay en ella un tinte americanista que la prestigia, tinte que, anunciado en el prólogo, ha sido subrayado al pasar por Giménez Pastor y ha llevado a Pages Larraya a considerarla precursora de la María de Isaacs en su doble aspecto paisajístico y costumbrista. Con Soledad se completaría, pues, el perfil intelectual de Mitre, preocupado siempre por lo americano.
Pero esto no es todo. Se ha señalado, por una parte, que en Soledad vibraría el eco de unos amores del emigrado con María Josefa, joven hermana del presidente Ballivián, y, por otra, que su trama está copiada de la de "Indiana", novela primicial de Jorge Sand. El primer aserto la coloca, siquiera a trechos, en el género tan común de novela inconfesadamente autobiográfica, al que Sánchez Trincado conceptúa modalidad intermediaria entre la ficción y la historia, mientras que el segundo indica que una influencia libresca ha presidido su concepción. Ambos denotan una propensión a restringir la labor de libre creación y a apoyarse en cambio sobre la experiencia propia o sobre datos ajenos, en otras palabras, a bordar vivencias en el cañamazo puesto por "Indiana". Esta tendencia a dejar poco campo a la fantasía condice con una opinión que el joven novelista había confiado a su Diario poco años antes —"la imaginación se gasta y gasta al escritor que no cuenta con más fondos que sus frágiles riquezas", sólo "el conocimiento, que es inagotable". . . "renueva" y "fortifica constantemente" el alma— y lleva a preguntarse si no habrá aplicado al ámbito de la novela, tal vez sin proponérselo, un método de trabajo sensiblemente parecido al histórico.