La presente investigación tiene la intención de hacer un repaso sobre el impacto que tuvo y tiene la pandemia de COVID-19 sobre la vida de las personas a nivel global, y sobre el rol fundamental que el Internet pasó a jugar para mitigar los efectos de la pandemia tanto en el plano social como en el económico cuando las medidas de “distanciamiento social” y las cuarentenas entraron en vigencia. Esta situación lleva a que muchas personas que nunca habían tenido que usar computadoras (o que las habían usado tangencialmente) tengan que pasar muchas horas al día frente a una pantalla, ya sea por motivos laborales, educativos o sociales.
Esta nueva ola de usuarias y usuarios supone un vector de ataque para hackers, que pueden abusar de la desinformación y el miedo a la enfermedad para vulnerar sus sistemas informáticos, (y, como consecuencia de esto, otros aspectos de su vida privada), pero también son una nueva fuente de datos por minar por parte de las empresas que son dueñas de los servicios de Internet más utilizados (Google, Facebook, Amazon, Microsoft, Netflix, etc.), que aseguran brindar un amplio abanico de opciones para proteger la privacidad de quienes consumen sus productos, pero que por detrás de ese discurso y, a partir de diversas estrategias como lo son el uso de “Términos y Condiciones de Servicio”, son quienes más provecho sacan de la situación. La privacidad es mucho más que un conjunto de interruptores que permiten ocultar que fotos pueden ver nuestras amigas y amigos en las redes sociales. ¿Podemos confiar en que estas compañías no van a usar nuestros datos con intenciones maliciosas con el mero fin de obtener rédito económico? Diferentes ejemplos del pasado indican que este no es el caso, y las analíticas de la web y la minería de datos pueden ser utilizadas como herramientas para controlar a las personas a partir de la personalización de información que se les presenta cuando navegan en Internet.